Opinión

Confianza, reactivación y pandemia

Uno de los factores que más inciden en la economía es la confianza. Para emprender, invertir, innovar y en general para cualquier proyecto que busque un espacio de incubación, desarrollo y crecimiento. La confianza siempre fue relativa en las economías latinoamericanas, acostumbradas a la informalidad, a los misteriosos vientos favorables, a los compadrazgos y las formas incontables de favoritismo dependiente de amigos, padrinos o correligionarios. Más que confiar en que a la economía le iría bien o mal conforme a proyectos a largo plazo, la costumbre de lo sectario, del despegue a costa del otro y de la bonanza temporal del poder hicieron de la confianza una cuestión de contactos, coyunturas peculiares y un marcado individualismo.

Cuando el año pasado se señalaba a la falta de confianza como una de las causas de la insuficiente inversión y, por ende, de la falta de crecimiento de la economía, se estaba muy lejos de pensar la misma carencia en tiempos de pandemia. Pasamos de la relación de confianza entre los empresarios y el gobierno, a un complejo entramado en el que la incertidumbre por la pandemia de covid-19 sacudió todos los cimientos del sistema de salud, del sistema educativo, de la economía y del funcionamiento cotidiano de las comunidades. Una pandemia global generó una incertidumbre global, con efectos en todas partes, aunque con golpes desiguales y capacidades de asimilación diferentes.

Ahora que nos enfrentamos a los efectos de la crisis sanitaria y a los golpes económicos que se traducen en recesiones, paralización de actividades, pérdida de empleos e ingresos, la confianza se ha vuelto un bien mucho más preciado, con mayor incidencia. Se trata no solo de que los grandes empresarios deben confiar en el norte de la economía, sino de que todos los que generen empleos, los emprendedores, los microempresarios, las pequeñas y medianas empresas, necesitan una gran dosis de confianza en cuestiones de salud, de seguridad para salir a trabajar, de apoyos para revertir los efectos de la crisis y de un sustento más o menos confiable para pelear con la crisis todos los días.

La incertidumbre de la pandemia pone en entredicho cualquier iniciativa de reactivación, cualquier emprendimiento y cualquier proyecto en corto plazo. La crisis sanitaria representa la causa de fondo que se debe atender y contener para que lo demás pueda fluir. Mientras la pandemia no esté controlada, mientras los casos de contagio, enfermedad y muerte se sigan multiplicando, no habrá condiciones para que la economía se recupere. Es por eso que la confianza ya no puede limitarse a una cuestión empresarial sino que trasciende a un proyecto mucho más amplio que incluya la salud, la educación y lo social.

Construir confianza por encima de una pandemia y de una recesión no es tarea fácil. Como nunca antes hay que hacer que lo social, la salud y la educación marquen el rumbo. Si confiamos en que tendremos mejores sistemas de salud y una educación de mayor calidad, seguramente creeremos en una economía más equitativa y sólida. 

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Héctor Farina Ojeda

Soy un paraguayo en México. Periodista, profesor universitario, investigador, lector y cafetero. Escribo en @mileniojalisco y hago radio en @RadioUdGOcotlan

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