
Una de las mayores incertidumbres en la actualidad es cuándo se podrá poner punto final a la pandemia y pasar de una crisis sanitaria a comenzar a revertir los efectos de la crisis económica. Todavía no lo sabemos, en medio de un incremento de los casos de Covid-19 y de un empeoramiento de los pronósticos económicos. En este sentido, el secretario de Hacienda y Crédito Público, Arturo Herrera, dijo que debemos preparamos para un periodo de por lo menos un año y medio en el cual conviviremos con el Covid-19 y con el intento de recuperación de la economía. Esto implica pensar una realidad en la cual las crisis sanitaria y económica convivan durante un tiempo más largo del planeado y que todo proceso de reactivación se realice con extrema precaución, sin poner en riesgo la salud.
En este contexto, uno de los escenarios más duros para la reactivación es el que pronostica que puede pasar una década para que se vuelvan a los niveles económicos previos a la pandemia. Así lo sostuvo recientemente Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), al dar cuenta de que no sólo nos encontramos ante una inminente década perdida y que este año la caída de las economías latinoamericanas será en promedio del 9 por ciento.
Esto nos deja en una situación compleja: la recuperación económica, en su etapa inicial será intermitente, oscilando entre las presiones de la pandemia, reaperturas a medias, cierres ocasionales y una reconstrucción de sectores paralizados o cerrados. No habrá recuperación acelerada ni se pronostican vientos favorables venidos del exterior que puedan impulsar la economía interna, como se daba antes en cualquier crisis. La recuperación será lenta, muy lenta, y esto tiene un efecto terrible en una población marcada por la desigualdad: los que más padecen la crisis son los más pobres, que ya profundizaron su pobreza, y que no tienen condiciones para aguantar una década en espera que la situación económica mejore.
52 millones de personas ya eran pobres antes de la pandemia y no pueden esperar que pase una década para volver al mismo nivel de pobreza.
En lo cercano, como nunca antes necesitaremos apoyo a las micro, pequeñas y medianas empresas, no sólo como una forma de incentivar proyectos familiares sino para enfrentar la urgencia de generar empleos en un contexto en el cual no hay suficientes oportunidades para todos, así como para promover una recuperación diferente que no dependa de la burocracia ni de los malos salarios pagados en el mercado tradicional.
En el fondo, es la gran oportunidad de recuperar la calidad educativa y hacer una inversión sin precedentes que permita cosechar resultados en el mediano y largo plazo. Sobre todo teniendo en cuenta que al invertir en ampliar y mejorar la educación se comenzarán a disminuir los niveles de desigualdad y de pobreza, así como se tendrán mejores resultados en la innovación, el funcionamiento de la economía y la salud preventiva.
Y dentro de todo, como nunca antes necesitamos una economía solidaria, con incentivos a los pequeños emprendedores y con créditos y apoyos que lleguen a los informales, a los que siempre quedan excluidos. La recuperación ahora debe ser de los pequeños números, desde los microemprendimientos, desde los empleos y de los sectores populares.
Foto: Linkedin / Pexels