Educación

Educación, igualdad o lo contrario

Por Héctor Farina Ojeda

Una de las grandes referencias para mejorar la economía, revertir los niveles de pobreza y disminuir la brecha de la desigualdad es la educación. Nos hemos cansado de ver ejemplos de países como Singapur que emergieron de una pobreza acuciante a partir de una revolución educativa para convertirse en potencias económicas. Singapur no sólo tenía más pobreza que Haití en 1964 sino que logró minimizar el problema a tal punto que juran que ya no existe en la isla. Y, al igual que en los países nórdicos, se presentan los índices de calidad de vida más altos del mundo, los menores niveles de corrupción y la menor desigualdad económica y social

Pero así como la educación es considerada como uno de los factores que más contribuyen a la igualdad, también existe una visión contraria que señala que también la educación puede constituirse en un elemento que termina por dividir más a la población y que ensancha la brecha de la desigualdad. Leí sobre esto en el libro “El imperio de la utopía”, de Silvio Waisbord, en el que se analiza la desigualdad de la sociedad estadounidense que lleva a que los más pudientes accedan a la mejor educación, los mejores institutos, y los círculos de élite, mientras que los que tienen menos recursos no pueden acceder a una educación de la misma calidad. 

Imaginen esta discusión en nuestra América Latina golpeada por la pandemia: en el subcontinente más desigual del mundo, en donde la pobreza se ensaña con una gran parte de la población y en donde el acceso a la educación, la salud y los buenos empleos es algo bastante complicado. En una región llena de paradojas, la educación es el gran impulso para minimizar la desigualdad, pero al mismo tiempo la desigualdad es el freno para acceder a la mejor educación. Como cuando se requiere de la educación para salir de la pobreza, pero la misma pobreza hace imposible el acceso a la buena educación, con lo cual la pobreza es causa de más pobreza

Hay muchas distorsiones por enfrentar luego de la educación. Un ejemplo de ello es lo que enfrentan las mujeres mexicanas: tienen más estudios superiores que los hombres pero ganan menos. Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), las mujeres con educación superior ganan 25 por ciento menos que los hombres. Y lo mismo podemos decir de la crisis de la meritocracia: tener más méritos, más estudios y más sacrificio ya no es garantía de mejores condiciones de vida. Al menos no en un sistema de privilegios y exclusiones. 

El gran énfasis para minimizar la desigualdad y la pobreza está en la educación pública, la que debe garantizar un acceso universal y una calidad suficiente para enfrentar el mundo que nos toca vivir. Hay mucho por corregir en nuestras regiones empobrecidas, desiguales e injustas. Y podemos comenzar desde la recuperación de la educación pública de calidad para todos. Es un sacrificio importante pero, como dice el dicho: si piensan que la educación es una inversión costosa, prueben con la ignorancia. 

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Héctor Farina Ojeda

Soy un paraguayo en México. Periodista, profesor universitario, investigador, lector y cafetero. Escribo en @mileniojalisco y hago radio en @RadioUdGOcotlan

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