
El optimismo creciente en los pronósticos de la recuperación de la economía tiene matices de riesgo y complicación. Mientras el Banco de México augura un crecimiento de hasta 7 por ciento en el Producto Interno Bruto (PIB) para 2021, la sombra de la suba general de los precios de los productos de consumo básico es un contrapunto fuerte: se estima que la inflación acumulada podría ser del 4.8 por ciento a finales de año, muy por encima del 3 por ciento que se establece como meta. Al mismo tiempo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) advierte que en América Latina las recuperaciones económicas están ampliando la desigualdad.
La llamada de atención de la OCDE nos pone en un lugar muy conocido: un crecimiento de la economía en sus grandes números pero una profundización de la desigualdad debido a la mala distribución de la riqueza generada.
En otras palabras, se recuperan rápido los que antes de la crisis tenían una mejor posición económica, en tanto los menos favorecidos, los que se encuentran en la pobreza, no sólo no se recuperan sino que se vuelven más pobres. Y con esto crece la distancia que separa a los que están en los niveles más altos de ingresos y calidad de vida de los que sobreviven en medio de la precariedad y las carencias.
Argentina, Colombia, Ecuador, Brasil, Chile, Paraguay, México y varios otros son ejemplos de que el crecimiento también genera pobreza debido a la mala calidad de la distribución. Si Chile, el otro modelo latinoamericano de crecimiento hoy vive una situación de malestar social debido a la desigualdad y a la precarización de una buena parte de la población, imaginen la situación profunda en otros países que han cosechado menos éxito en sus economías.
Hace poco lo dijo el sociólogo español Manuel Castells: la desigualdad es insostenible y hay que cambiar el modelo que la propicia. Aunque la gran duda sigue siendo qué modelo reemplazaría al vigente para lograr resultados más favorables para los desfavorecidos.
Y si bien la recuperación de la economía mexicana sigue en una ola de optimismo y bajo un impulso contagioso por parte de la reactivación de Estados Unidos, hay que prestar una especial atención al alza de los precios porque es la que golpea a los que menos tienen. Una persona que tiene escasos ingresos, que perdió su empleo o tiene una ocupación precaria, difícilmente puede hacerle frente a una suba de precios de productos de consumo básico. Al contrario, lo que termina por hacer es limitar su consumo y disminuir la inversión en alimentación, educación, salud. Y las consecuencias impactan directamente en su vida cotidiana.
La gran cuestión por atender no está en la misma recuperación económica sino en sus matices, en la capacidad de propiciar una distribución más equitativa de ingresos y oportunidades, así como en el apoyo a los sectores más vulnerables. Además del impulso grande, hacen falta impulsos niveladores, empleos estratégicos, apoyos oportunos y una mirada profunda hacia lo social, ahí en donde están las desigualdades y carencias.