
La llamada Nueva Realidad cuando todavía no se ha llegado al nivel máximo de la pandemia del coronavirus por COVID 19, según han informado los responsables de la salud para combatir los contagios de esta peligrosa realidad que está causando crisis en todos los aspectos de la vida diaria y sus consecuencias en la sociedad.
Más de 83 millones de latinoamericanos se encuentran en riesgo de padecer hambre en 2020 debido a la pandemia y a la crisis económica que destruye los ingresos de la gente más pobre, según Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Los cálculos del organismo apuntan a que alrededor de 16 millones de latinoamericanos pasarán de la pobreza a la pobreza extrema, lo que significa no solo problemas de alimentación, hambre y precariedad en las condiciones de vida, sino un profundo abandono en un segmento del que realmente hay muy pocas posibilidades de salir.
En América Latina las cifras de pobreza alcanzan a alrededor de 200 millones de personas y la proyección para 2020 es que se llegue a 217 millones. Todo esto en el contexto de una doble crisis: la sanitaria y la económica. Por un lado, la pandemia exhibió todas las precariedades e insuficiencias de los sistemas de salud, la escasa preparación, y la enorme desigualdad en cuanto al acceso a la salud. Y por el lado económico nos encontramos con la paralización de las actividades que profundizaron muchas de las grietas que ya teníamos en cuanto a la desigualdad, los empleos precarios, los ingresos insuficientes y las graves carencias con las que sobreviven grandes porcentajes de la población.
Si bien la advertencia de la Cepal es más alarmante debido a la rapidez con que las economías se están deteriorando en el marco de la pandemia, ciertamente no estamos ante una novedad: el empobrecimiento es más una norma que una excepción en los países latinoamericanos que pese a sus grandes riquezas naturales y a sus muchas iniciativas de combate a la pobreza no han podido construir un escenario diferente al que tenemos: el subcontinente más desigual del mundo.
En vistas de la profundización abrupta de la crisis de pobreza y de alimentación, la pregunta es si esta situación de hambre derivará en una ruptura con viejos modelos y con viejas prácticas. Hay una imperiosa necesidad de revisar todo el funcionamiento de nuestras economías, desde la exacerbación del crecimiento por el crecimiento mismo hasta los injustos mecanismos de distribución de la riqueza que chocan contra un sistema de privilegios y exclusiones en el que pocos concentran la riqueza y muchos se quedan con la pobreza. Basta con ver el ejemplo de Chile, el país que ha tenido un crecimiento constante y una reducción significativa de la pobreza en los últimos treinta años y que, sin embargo, presenta un profundo malestar por la enorme desigualdad y por la injusticia social.
O pensar en el caso mexicano, en donde no se ha logrado un crecimiento importante en las últimas tres décadas, en tanto la pobreza se mantiene intacta en la mitad de la población, con una brecha gigantesca de desigualdad, con salarios de hambre y con mucha precariedad.
Por donde lo veamos, la crisis del Covid-19 sumada al estado de crisis permanente de nuestras economías debe representar una ruptura y evitar estancarse en el hambre. Es tiempo de romper moldes que no sirven, y buscar mejores modelos, oportunidades y escenario.
Por. Dr. Héctor Claudio Farina Ojeda / @hfarinaojeda
Periodista, Profesor Universitario e Investigador
Foto: Anna Shvets / Pexels