Opinión

La brecha del conocimiento

Una de las preguntas más recurrentes es cómo salir de la crisis por la pandemia de Covid-19. Y no sólo se trata de la cuestión sanitaria sino de la económica y las consecuentes en la educación y en diferentes ámbitos de la vida cotidiana. Ante este panorama, la propuesta del economista Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001, apuntó a tres aspectos centrales para los países latinoamericanos: utilizar el espacio fiscal, asegurarse un preciso uso de los recursos y planificar cómo atender los problemas de salud con miras a impulsar la economía hacia el futuro. La propuesta es clara: primero hay que atender la salud y luego controlar la crisis económica.

Las ideas de Stiglitz no solo son necesarias sino que son bien conocidas y aplican perfectamente para América Latina. La gran pregunta es por qué a sabiendas de la necesidad y de ver las consecuencias en la región más desigual del mundo no se ha podido pasar del discurso a los hechos, de los diagnósticos y las propuestas a las políticas públicas. Desde la elevada informalidad que en América Latina es del 54 por ciento, según los datos de 2020 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), hasta la injusta distribución de la carga impositiva que hace que el peso caiga sobre algunos contribuyentes mientras sectores pudientes quedan exonerados, la cuestión de la recaudación debe corregirse.

Y en un contexto de desigualdad, con elevada informalidad, con una base fiscal inequitativa, un asunto fundamental que parece imposible de resolver es el uso correcto de los recursos. Se recauda poco, mal y se gasta peor. Stiglitz dice que los gobiernos deben asegurarse de que los recursos vayan exactamente a los sectores que más lo necesitan durante la pandemia. El único elemento diferencial es la pandemia: siempre se tuvo esa urgencia en nuestras economías desiguales, con mucha pobreza y con comunidades completas olvidadas en la pobreza extrema. Pero el hambre de algunos no es urgente para la opulencia y la negligencia de otros.

Sin embargo, el gran conflicto por resolver en países como México es el del conocimiento: la educación, la ciencia, la tecnología, la investigación y la economía del futuro se encuentran rezagadas, sin la inversión suficiente y sin el alcance que permita a la población tener condiciones más equitativas para atender las necesidades sociales. Cerrar la brecha del conocimiento es mucho más que posicionar indicadores sobre cobertura, sino que apunta a que los resultados de una educación de calidad se noten en forma directa en una mejoría en las condiciones de vida de la gente.

La inversión en el conocimiento hoy representa la desigualdad entre países desarrollados y emergentes, así como también divide a las ya fragmentadas comunidades latinoamericanas. Minimizar la brecha del conocimiento e invertir en educación de calidad son cuestiones urgentes para atender nuestros problemas de salud, de desigualdad, de pobreza y hasta de corrupción e inoperancia. Ya lo dijeron muchos. Nomás falta hacerlo.

Foto: Dinero Club

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Héctor Farina Ojeda

Soy un paraguayo en México. Periodista, profesor universitario, investigador, lector y cafetero. Escribo en @mileniojalisco y hago radio en @RadioUdGOcotlan

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