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Un ejercicio de prioridades

Como nunca antes, nos toca vivir en un contexto crítico y condicionado, con limitaciones, miedos e incertidumbres. En el punto más álgido de la pandemia, cuando los contagios y las muertes por covid-19 golpean sin piedad, estamos encaminados en una convergencia de crisis que nos obliga a tomar decisiones rápidas y a marcar prioridades. Aunque el inicio de las vacunaciones genera un resplandor de esperanza en el momento más oscuro, lo cierto es que 2021 será un año de resistencia, primero, y de recuperación lenta, después. Nos toca recuperar la economía, la educación, los empleos y las oportunidades. Todo ello mientras nos cuidamos entre todos.

Si lo pensamos desde la economía, la prioridad no está en el crecimiento ni en los grandes indicadores, sino en la calidad distributiva de los ingresos: cuando más empleos se generen y estos apunten a beneficiar a los que más lo necesitan, cuando más contribuyan a que los sectores empobrecidos y golpeados por la pandemia recuperen ingresos, entonces la recuperación será importante. Por eso es que el comercio, los emprendimientos, las microempresas y todas las actividades que favorezcan a la economía familiar deben ser una prioridad en el trazado de las políticas públicas y la iniciativa privada.

En un plano más pequeño, en la economía familiar e individual también requerimos un minucioso ejercicio de prioridades: a sabiendas de la crisis actual y de la incertidumbre para los próximos años, las inversiones que se realicen deben ser precisas. Tanto en dinero como en tiempo y dedicación, saber en qué vamos a invertir nuestros recursos es importante para construir certezas en el contexto de lo incierto. No son tiempos de malgastar recursos ni hay condiciones favorables para el ahorro, por lo que se impone una inversión en lo que realmente nos ayude a sobrellevar la crisis: en salud -no sólo en lo paliativo sino en prevención-, en educación y en lo que permita mantener a flote la economía, ya sea un pequeño negocio o lo que favorezca el ahorro en el mantenimiento de los hogares.

En el campo educativo veo dos grandes momentos prioritarios: el general en el que se debe fortalecer la educación en su alcance y su calidad como una manera de corregir los rezagos que nos hacen vulnerables ante cualquier crisis, así como para dar el salto hacia una condición de más preparación, de más investigación y de mayor capacidad de prevención y reacción. Y en el momento específico del aprendizaje, es tiempo de hacer un ejercicio de priorizar la enseñanza y el aprendizaje de lo fundamental. La virtualización de las clases se dio en forma abrupta en 2020 pero ahora no puede seguir igual: ya conocemos las precariedades y dificultades, por lo que en 2021 el énfasis debe estar en la calidad de lo que se enseña.

La pandemia es dura y dolorosa, pero nos devolvió a lo esencial. Si pensáramos en lo que realmente necesitamos para cuidar la salud, la economía, la educación y la vida, ¿en qué invertiríamos realmente nuestro tiempo y nuestros recursos? Este será un año de prioridades. 

Foto: Anna Shvents.

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Héctor Farina Ojeda

Soy un paraguayo en México. Periodista, profesor universitario, investigador, lector y cafetero. Escribo en @mileniojalisco y hago radio en @RadioUdGOcotlan

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